La piel es el órgano más grande del cuerpo humano, se trata de un órgano vivo con capacidad de regenerarse, es impermeable, resistente y flexible. Al ser el órgano barrera que separa y aísla el medio interno del entorno, sufre las consecuencias de factores extrínsecos que pueden alterar su condición y función como la exposición al sol, el humo, la suciedad, la alimentación.
Como consecuencia de ello, la piel puede sufrir cambios que la conduzcan a la inflamación, flacidez, disfunción inmune, deterioro visible, desequilibrio y otras alteraciones.
Por otro lado, si se realiza una restricción importante de carbohidratos, el cuerpo utilizará como fuente energética a las proteínas y esto produce una gran pérdida de firmeza condicionando inevitablemente a una flacidez generalizada.
En el otro extremo, la obesidad puede producir cambios importantes en la piel como hiperpigmentación de los pliegues cutáneos, celulitis, adiposidad dolorosa, estrías.
Además de una dieta equilibrada, es necesario tener en cuenta otros aspectos nutricionales:
Tener un aporte suficiente de Vitamina C, ya que es indespensable para la formación del colágeno. No solo se encuentra en los cítricos como las naranjas, pomelo, limón, mandarina, kiwi, frutilla sino también en vegetales como pimientos, papa, tomate, brócoli, espinaca, vegetales de hojas de verde oscuro.
Aporte de Flavonoides, un grupo de sustancias altamente antioxidantes que se encuentran en el Té Verde, arándanos, uvas.
Un correcto aporte de Proteínas para la fabricación de fibras de colágeno y elastina
Y por último una correcta hidratación, imprescindible ya que cuando la piel se deshidrata se acentúan los surcos dérmicos y la piel pierde su elasticidad.
Ma. Alejandra Valfré
Lic. En Nutrición MP 4005